En mis tardes de lectura deliciosa, acabo de finalizar esta novela casi de suspenso...
Me la debía y nunca llegaba el momento, me daba un poco de miedo por la tragedia que encierra y sin embargo resulta mágica.
Sabía su contenido y me maravilló encontrar a la Isabel de siempre y de toda su obra: creativa, pulida y precisa, con una prosa increíble que se lee sin respirar.
A fines de 1991 su hija cae gravemente enferma, luego en coma y a fines de 1992 muere; y el libro resulta una crónica de esos días entremezclado con la historia de su vida.
Aparecen en la lectura los extravagantes antepasados, los recuerdos de familia, amargos y deliciosos a la vez, anécdotas inverosímiles y los secretos más íntimos contados con un lenguaje que resulta susurrante, y que es lo que me cautiva de la autora.
No olvidó su personal y sincera lectura de la historia chilena, del golpe militar del 73 y de la dictadura, el exilio familiar y el propio y hasta del mismísimo Salvador Allende, un primo de su padre. Padre desaparecido en su remota infancia y olvidado con encono.
El final es un velorio moderno, a la usanza y costumbre americana, y sin embargo está narrado como un canto a la vida y un exorcismo contra la muerte.
Leí el libro de un tirón, que es lo que me gusta.
Me la debía y nunca llegaba el momento, me daba un poco de miedo por la tragedia que encierra y sin embargo resulta mágica.
Sabía su contenido y me maravilló encontrar a la Isabel de siempre y de toda su obra: creativa, pulida y precisa, con una prosa increíble que se lee sin respirar.
A fines de 1991 su hija cae gravemente enferma, luego en coma y a fines de 1992 muere; y el libro resulta una crónica de esos días entremezclado con la historia de su vida.
Aparecen en la lectura los extravagantes antepasados, los recuerdos de familia, amargos y deliciosos a la vez, anécdotas inverosímiles y los secretos más íntimos contados con un lenguaje que resulta susurrante, y que es lo que me cautiva de la autora.
No olvidó su personal y sincera lectura de la historia chilena, del golpe militar del 73 y de la dictadura, el exilio familiar y el propio y hasta del mismísimo Salvador Allende, un primo de su padre. Padre desaparecido en su remota infancia y olvidado con encono.
El final es un velorio moderno, a la usanza y costumbre americana, y sin embargo está narrado como un canto a la vida y un exorcismo contra la muerte.
Leí el libro de un tirón, que es lo que me gusta.