Empezamos el día con el festejo al mejor estilo Fernández: asado, sol, flores y montañas. En algún momento fue principesco y con el correr del día resultó más: real.
No siempre se pueden valorar con tanta precisión los recuerdos pero sin duda en esta ocasión varias fueron las circunstancias para que así fuera, los mails de saludo y los cariños recibidos hicieron que la nostalgia diera paso a la alegría del recuerdo.
Algunas personas somos sensibleras pero fue esa sensibilidad la que nos dio lugar en el corazón de los alumnos. Por eso la mochila de la vida es tan grande y tiene tanto repartido que ya prácticamente no lleva nada, todo quedó en sus manos, su mente y su corazón; ahora sólo lleva las fotos, los recuerdos, las voces, las rostros infantiles...todo etéreo, liviano y al mismo tiempo cálido y con el peso de la vida vivida y compartida en profundidad.
Quiera Dios que tanto y tal encuentro permanezca en ellos como en mí; tal vez ese sea mi salvoconducto.
Que María nos acompañe y que su manto proteja a todos los que estamos unidos por su amor.