El sábado 4 de octubre tuve la segunda cena de celebración del centenario de La Inmaculada, con la presencia de los ex-alumnos o antiguos alumnos como me gusta decirles, pues toda la vida serán lo que fueron en su tiempo escolar, aunque más crecidos, con más logros y sobre todo más canas.
Esta fiesta fue mejor todavía que la primera, por lo menos así la viví. Todo estaba igual que en la primera y prometía ser igual.
Lo que no pensé fue que en ella se darían cita aquellos primeros alumnos que tuve en 1969 y 1970, mis primeros grupos.
Los recuerdo con lujo de detalles, aún sus caras y sus travesuras, pero nunca pensé que ellos me recordarían de la misma forma, con tanto cariño y emoción. ¡ Qué guapos! ¡ Qué hombres!
Siento que me robé la fiesta y que ellos me la dedicaron con sus abrazos, regalos, fotos, tarjetas...
Igual que ayer, estuvo el que conseguía las camionetas para los campamentos, el de los micros para los paseos, el de las carpas, el de ...bueno ellos no, eran sus papás ya que en esa época apenas tenían siete años. Sin embargo esas experiencias no opacaron los aprendizajes: " me enseñó a estudiar", "las tablas de multiplicar" , "la lectura y las composiciones", "los concursos de oratoria", "el festival de chistes", " la primera comunión"...
De todo nos acordamos, pero lo que más nos alegró fue poder abrazarnos, y otra vez, como antes, mirarnos a los ojos y revivir la misma sensación: PODEMOS CONTAR CON VOS, PODES CONTAR CONMIGO.
La fiesta terminó y cada uno volvió a lo suyo, pero seguro que en el corazón rebrotaron aquellos días, aquellos encuentros diarios que sin duda alimentarán muchos días de trabajo actual. No tengo fotos, me olvidé de sacar, lo grabé todo en el corazón.
Quedamos en volver a vernos, ¿será así?...no importa porque esta vez, nuevamente, vale por otros cuarenta años.